El humo de un incendio se encuentra compuesto por una combinación compleja de partículas finas y gases que se originan al quemarse elementos orgánicos. El mayor peligro para la salud proviene de las partículas finas, unos organismos microscópicos que se introducen en los pulmones provocando problemas tan graves como afecciones pulmonares crónicas y cardíacas. De ahí la importancia de contar con sistemas de protección pasiva contra el fuego para prevenir la aparición de un incendio o al menos, para retrasar o impedir su propagación.
¿Quiénes tienen mayor riesgo de sufrir por el humo de un incendio?
Respirar humo de un incendio puede tener efectos como dificultad para respirar, tos, escozor de ojos, rinorrea, sibilancias, dolor de cabeza, dolor en el pecho, cansancio, ataques de asma o latidos cardíacos acelerados entre otros. Por eso, es muy importante tener mucho cuidado en ciertos casos en especial como por ejemplo si una persona padece insuficiencia cardíaca, enfisema, asma o angina de pecho. Los adultos mayores, por otra parte, se encuentran más predispuestos a sufrir enfermedades pulmonares o cardíacas en caso de inhalar humo que una persona más joven.
Las embarazadas también son más susceptibles de sufrir más daño al respirar humo, ya que pueden provocar efectos dañinos en la salud del bebé que llevan en su interior. Si se sufre diabetes los efectos que provoca el humo pueden causar más problemas que en una persona sana. En el caso de estar presente en un incendio y se reciben mensajes por parte del Ayuntamiento, del cuerpo de bomberos o de cualquier otro organismo oficial, hay que seguirlos rigurosamente. Especialmente las personas que sufren mayores riesgos.